15 septiembre, 2009

Pedaleando bajo las estrellas

Una de las ventajas de ir en bicicleta es la proximidad que se vive con el exterior y al mismo tiempo con tu mundo interior: puedes escoger entre perderte en los pequeños detalles de tu alrededor inapreciables yendo en un automóvil, un bus, un metro o el tranvía (que pronto nos pondrán por tierras zaragozanas, esto para otro día); o sumergirte en tus pensamientos y preocupaciones al ritmo de tus pedales, en mi caso, con la misma calma que siento paseando por las montañas, nadando con amigos o tumbada una noche de verano bajo las estrellas. Se puede reflexionar sobre la vida, el mundo, el trabajo, en fin, infinidad de asuntos… a veces con alegría, otras con indiferencia y otras con tristeza, y de aquí salió mi última entrada, en la cual no pretendía alarmar ni preocupar. Estar contento, o “feliz como una perdiz”, no quita que no haya momentos difíciles.




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