Por aquí sigo igual de bien, conociendo un poco la ciudad y descubriendo lo que me llevaría a mi querida mañolandia y lo que no (la lluvia/diluvio casi diaria/o). Por ejemplo, gracias a mis últimas visitas me di cuenta de la gran estación intermodal que tenían en esta ciudad. Cuando bajas de la parada del autobús urbano o tranvía puedes acceder a las vías del tren casi sin darte cuenta, sin entrar en ningún edificio ni pasar ningún tipo de control. Además, no hay impedimento alguno para carritos o sillas de ruedas, todo planito y bien ancho. Si decides entrar en lo que propiamente es la estación de trenes, puedes encontrarte sin querer en la de autobuses. Y para los que han pasado ratos o/y noches en estaciones de autobuses sabrán que el ambiente no suele ser muy acogedor, pues bien, han conseguido con mobiliario de color madera y techo acristalado que casi te den ganas de quedarte a leer ahí sentado un ratico :) Otros grandes descubrimientos han sido un lago al sur de la ciudad, a diez minutos de pedaleo (ver foticos); los carritos dobles de los niños pequeños, y la ausencia de los sencillos, no porque la población de gemelos sea elevada, sino porque los jóvenes padres suelen tener varias criaturas. En algunas cafeterías hay incluso un porche en el exterior para poder aparcarlos y que no se mojen durante los diluvios. Por último, he visitado con mi querida Anacha la ciudad de Oslo, una capital de medio millón de habitantes de la que no me esperaba nada y me sorprendió mucho: las pinturas del interior del ayuntamiento, el fiordo de la ciudad, un parque de estatuas, la ópera, el museo nacional con pinturas de Edvard Munch, como El Grito: una gran excursión
Hace 9 años