Un poema, una canción, un cuadro, una excursión, un juego, un libro para aprender, otros para disfrutar, web-cams para que no me perdáis de vista ni un día...maravillosos detalles que recibí en mi vigésimo séptimo cumpleaños y que hicieron que conforme transcurría el día me sintiera más y más afortunada de teneros a mi vera.
Ayer la sensación fue distinta, aunque no desconocida. Una persona que, desde que tengo uso de razón, ha llorado, reído, bailado y gritado a mi vera, se vio dañada mientras conducía su querido biciclo. No es la primera vez que voy al hospital a ver como anda un amigo tras una caída bicicletera y me temo que no será la última...porque en este mágico invento en el que nos movemos muchos de mi entorno, que nos permite alcanzar sitios inexplorados, volar de un lado a otro de la ciudad, con libertad y sonriendo gracias a un simple movimiento de piernas... de éste también nos caemos y nos hacemos daño: enamorados de la bici, aunque a veces duela :) ( y al amor siempre le acompaña algo de locura :P)